Para tener constancia de estos
desencuentros, es necesario remitirse a los orígenes de las disciplinas humanas
y sociales, y en qué contexto se desarrollan. Además de las relaciones que han
tenido con las ciencias de la naturaleza.
Tendremos en cuenta, además del
contexto socio-político y económico, el desarrollo teórico por parte de los
autores pioneros en el estudio de la evolución de las sociedades y las
culturas: H. Spencer, L.H Morgan y B.E Tylor. También los desarrollos teóricos críticos frente al
evolucionismo social de estos primeros autores, en particular la escuela boasiana.
Y por último, los desarrollos posteriores que han recuperado el concepto de
evolución, sobre todo lo que vino a llamarse ecología cultural. Para esto nos
basamos en la obra de Ubaldo Martínez
Veiga: “ Historia de la Antropología.
Formaciones socioeconómicas y praxis antropológicas, teorías e ideologías”.
Por otra parte, nos plantearemos si
sigue siendo necesario este debate y hacia donde nos debería conducir. Para
esto último, nos basamos en la obra de Laureano
Castro Nogueira, Luis Castro Nogueira y Miguel Angel Castro Nogueira: “ ¿ Quién teme a la naturaleza humana?”. Los autores hacen un repaso crítico de la
relación que las humanidades y las ciencias sociales han tenido con las
ciencias de la naturaleza. En particular, proponen la recuperación en las
humanidades y las ciencias sociales del concepto de naturaleza humana, a la luz
de los últimos avances en ciencias del comportamiento, ciencias cognitivas y
biología evolucionista.
Las Ciencias sociales, entre ellas la
Antropología social y cultural surgen y se consolidan como disciplinas
científicas en el contexto colonial, de consolidación y expansión del
capitalismo. El sesgo ideológico que acompañará en aquella época, tanto el
desarrollo teórico en las ciencias sociales como en las ciencias de la
naturaleza, estará impregnado de ideas racistas y clasistas que buscaran la
justificación de la desigualdad y la expansión colonial. Así hallaremos un
darwinismo social, que amparándose y reinterpretando para sus propios intereses
conceptos postulados por Darwin en su estudio de la evolución, justificarán la explotación
y la desigualdad social, alegando que responden a las propias leyes de la
naturaleza donde sobreviven los más aptos y mejor dotados. Los estudios en
evolucionismo social, por otra parte, carecerán por aquel entonces de las
herramientas conceptuales para articular el estudio de la evolución a las
sociedades humanas y la cultura, dando lugar a un evolucionismo unilineal,
excesivamente rígido, que abusará en exceso del método comparativo,
generalizando y desatendiendo la particularidad y diversidad sociocultural.
Además reproducirá el sesgo ideológico del colonialismo que consideraba a los
pueblos colonizados como inferiores y menos evolucionados que la sociedad
civilizada occidental ( más evolucionada y supuesta meta de la evolución social
).
En cuanto al aspecto teórico y
metodológico, vemos que las Ciencias sociales para definir su objeto de estudio
se vieron obligadas, de alguna manera, a distanciarse de otras áreas
científicas que ya estaban más consolidadas e institucionalizadas, como la
filosofía, la psicología y la biología. En este contexto se producirá una
separación radical de lo social y cultural con respecto a la naturaleza y la
biología. El ejemplo paradigmático es el de uno de los padres fundadores de la
sociología, E. Durkheim, que entenderá lo social ( a través de su concepto de
hecho social ) como una cosa, una realidad externa y coercitiva que se impone a
los individuos. Con el desarrollo en lo sucesivo de la antropología social y
cultural sucederá algo parecido cuando se delimite y defina la cultura como
objeto de estudio. En lo sucesivo caminaran por separado las ciencias de la
naturaleza y las ciencias sociales.
Sin embargo, esta separación no ha
dejado de hacerse presente en la antropología social, ésta se ve reflejada en
las tensiones teóricas y metodológicas que han acompañado a la disciplina hasta
nuestros días y que han resultado ser irresolubles, a no ser que se enfoquen de
otra manera. Nos referimos al par individuo-sociedad, naturaleza-cultura,
materialismo-idealismo, individualismo metodológico-holismo, agente-
estructura, relativismo-universalismo. Incluso aparece la tensión reflejada en
el debate en torno si se debe o no considerar ciencia a la antropología social.
Así vemos como las ciencias sociales
y las humanidades conviven bajo un modelo teórico o paradigma, que las mantiene
a cierta distancia prudente con respecto a las ciencias de la naturaleza, por
diversos motivos, entre ellos, tal y como señalábamos, razones morales que no
dejan, en cierta manera, de estar justificadas. Podemos destacar como
característica de este paradigma, justificable en sus inicios por aquella
necesidad de delimitar y hallar un objeto de estudio en competencia con la
psicología y la biología, la consideración de las estructuras particulares de cada
cultura como realidades sui generis, dotadas de la capacidad de
organizar las mentes y la vida social, atendiendo muy poco a los mecanismos
psicobiológicos presentes en los individuos.
Pensamos que el puente que nos
permite transitar desde la naturaleza a la cultura y viceversa, es el concepto
de evolución, y, tal y como nos proponen los hermanos Nogueira, la recuperación, para las ciencias sociales y las
humanidades del concepto de naturaleza humana. En las últimas décadas ha habido
muchos avances en áreas o disciplinas como las ciencias cognitivas, la biología
evolucionista, la psicología evolucionista, teorías de la co-evolución gen
cultura. Todas ellas reabren el debate desde el punto neurálgico de la
evolución y apuestan por establecer un dialogo y trabajo común entre las
ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales. Consideramos que la
Antropología social tiene mucho que decir como disciplina que ha abordado el
estudio etnográfico de la evolución de las sociedades y culturas humanas. Sobre
todo desde los estudios que se desarrollaron a partir de J. Steward, L.White, M. Harris, entre otros, que revitalizaron el concepto de
evolución después de que fuera duramente criticado y casi abandonado.
Si bien, sobretodo después de las
corrientes teóricas del posmodernismo, el concepto de evolución ha tenido poco
protagonismo en la antropología social, no ha dejado de estar presente y
abrirse paso a través de grupos de investigadores que pudiéramos ubicar en lo
que vino a llamarse la Ecología cultural.
No obstante, dicha integración no es
una tarea sencilla para las ciencias sociales y en particular la antropología
social, exigen una redefinición de la disciplina y una re conceptualización
teórica y metodológica. Estamos de acuerdo con los hermanos Nogueira ( 2008:24 ): “ para poder incorporar los resultados de la
investigación naturalista a sus propias indagaciones, las ciencias sociales
deben afrontar una profunda re conceptualización que ha de extenderse desde sus
compromisos ontológicos a sus herramientas técnicas, pasando por todos los
niveles de complejidad teórica y metodológica. Se dirá que una propuesta como
esta no es más que un nuevo intento de subordinar y reducir las ciencias
humanas o sociales a las ciencias de la naturaleza, una reedición de las
ambiciones imperialistas del positivismo naturalista. Indiscutiblemente, en
cualquier programa integrador late siempre algo de esto y cualquiera que se
tome la molestia de leer a quienes trabajan en estos campos fronterizos podrá
encontrar ejemplos de esa naturaleza. Sin embargo, quien se tome la molestia de
leerlos también encontrará, con toda certeza, razones suficientes para
convencerse de que una tarea así es necesaria e irrenunciable. Las ciencias
sociales y las humanidades no pueden seguir soportando sus modelos teóricos
sobre construcciones especulativas de la naturaleza humana.”
Hemos tratado de mostrar como tras
las duras críticas y reticencias, en
algunos aspectos justificadas, que recibió el evolucionismo social durante el
nacimiento de la disciplina se ocultaba una cuestión epistemológica que remite
a la posible integración de las ciencias sociales en un programa naturalista
que aborde el estudio del ser humano. También, como por motivos del contexto en
el cual se desarrolla la disciplina y razones morales, no es posible esta
integración.
Sin embargo, los nuevos contextos,
pensamos que van en la línea de favorecer un mayor dialogo e integración entre
las disciplinas, se necesitan las unas a las otras. La antropología necesita
nuevas herramientas conceptuales, ya no tiene sentido tratar de explicarse la
realidad sociocultural de espaldas a los nuevos conocimientos que del individuo
tenemos a partir de la psicología, neurociencias, biología. Curiosamente estos
nuevos desafíos vienen de la biología y psicología evolucionistas, lo cual
indica el papel relevante del concepto de evolución. Pensamos que son nuevas
oportunidades para el encuentro con las ciencias de la naturaleza, que pude ser
muy enriquecedor tanto para ellas como para las ciencias sociales, las
humanidades, y en particular la antropología social y cultural.
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