...Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como es habitual no supe que contestarte: en parte, precisamente por el miedo que me inspiras; en parte, porque en la justificación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con una aceptable consistencia..." ( F. Kafka. Carta al padre ).
"... Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto..." ( F. Kafka. La metamorfosis ).
Siempre he sentido una gran admiración por la persona de F. Kafka, a la cual conozco como muchos de nosotros a través de su literatura. Me fascina su figura, su expresión facial. Tal y como yo me lo imagino, una frágil belleza de la naturaleza, demasiado fuerte como para sentir y experimentar la naturaleza humana. Pongo el énfasis en demasiado fuerte porque precisamente alguien así acostumbra a ser visto como débil por los que se creen fuertes. Muchos de ellos ni siquiera se han parado a pensar que quiere decir ser fuerte o débil, más allá de lo que hayan podido escuchar decir a otros. Alguien así convivio con la soledad, es decir con la muerte. Vivió pues con dignidad, es decir, no se engaño a si mismo, supo que era algo absurdo y mediocre, un accidente de la naturaleza, no más, como cualquier ser humano o ser vivo. La existencia no puede tener ningún sentido más que en la angustia ante la muerte, lo demás es palabrería, o hacer el payaso, ser idiota y además presumir de ello, como acostumbramos a hacer la mayoría de nosotros.
Con que elegancia se dirige a su padre, ya desde niño, viviendo y experimentando las cosas tal y como son y no como este se las quiso mostrar. Aquel niño quiso hablar de verdad con su padre, este no estaba preparado para ello, demasiado preocupado por aparentar estar vivo. Siendo así, seguramente aquel niño se sintió muerto, aplastado por tanta vigorosa vitalidad. Posiblemente se asustó y sintió vergüenza ajena ante tanta extravagancia. Además comprendió muy pronto, tal y como expresará siendo adulto, que no era un problema de su padre, sino que vivir consiste en eso. El personaje del padre venía a ser una buena caricatura del exceso de vida, de la ansiedad ante la muerte. Esta es la gran lección que aquel niño aprendió de su padre y por lo cual nunca pudo expresar su agradecimiento sincero. Si no hubiese sido alguien tremendamente humano que siente la vida tal cual es, se podría haber engañado así mismo y a su padre, la comunicación hubiese sido posible. El padre, seguramente intuía algo de lo que su hijo quería y ansiaba por comunicarle, pero tras aquella intuición asomaba el perfil de la guadaña, entonces sin ni siquiera atreverse a pasar ni el más mínimo miedo, se empeñaba en vivir con más fuerza, vigor y entusiasmo. A su vez empujaba a su hijo a vivir, el cual era incapaz de vivir sin dignidad.
F. Kafka
se convirtió en cucaracha,
sintió sus órganos
en descomposición, lo que sería en su momento sus pulmones enfermos. La comida
cuando se esta vivo se disfruta en compañía, se saborea. Así de sencillo es
vivir. Sin embargo quien tiene miedo a morir, no disfruta de la comida, la
engulle desesperadamente.
Aquel niño no pudo disfrutar de la comida junto a su padre. Fue engullido por
este y se fue pudriendo
en la tormentosa y trágica digestión de aquel padre, empeñado en no morir.
En un intento desesperado por llamar la atención de su padre y para mostrarle
lo que que quería
hablar con el, recurrió
a un personaje figurado. Algo que por su misma extrañeza ya no pudiera ser
ignorado por más tiempo. Se presentó como cucaracha ante el padre. Quizás en
ese momento descubrió que tal dialogo no era posible, fue digerido por la vida.
Se dejo digerir y atropellar por la vida. Y sin
embargo nos lego un valiosísimo ejemplo de lo que es la vida. Se acercó lo
suficiente a la naturaleza humana, y desde allí ofreció un testimonio para
aquellos que alguna vez tuvieron el placer de escucharlo y para los que ahora
lo podemos leer. Lastima que el padre no pudo escucharle, el verdadero poder
del mensaje suyo consistía
en mostrarnos la vida tal y como es, ya que por estar tan vivo pudo
experimentar en la relación con su padre lo que no es vivir, pero para vivir él
su padre tenía que vivir también. Este último prefirió ser un muerto en vida y
no dejo que su hijo viviera. ¡ Y aun así cuanto vivió
aquel niño! Un ser que no fuese lo suficientemente frágil y duro al mismo
tiempo no hubiese podido vivir y mostrar tanto ante tal adversidad que para él
fue aquella figura paterna. Algunos psicoanalistas acostumbran a hablar del
fantasma del padre. Y tienen razón, todo aquel que aparenta ser algo que no es,
en el lenguaje coloquial también se le acostumbra a llamar fantasma. Quizás
quien persiguió
al padre fue la vida, que este se figuraba cual fantasma en aquel niño. Tuvo
miedo de ver la vida tal cual es y huyo de su hijo.